Por: Harvey Hernández Machado
Chimpandolfo76@gmail.com
Siempre tuve predilección por la reina del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, la señora que a todos les quería cortar la cabeza. Nunca pensé que me encontraría con un clon de tan célebre personaje, debo aclarar que tampoco llegó al extremo de decapitarme. Tuve una novia llamada Reina, de larga cabellera negra, mirada altiva, una bella mezcla de lo llanero y la estirpe andina. Criada entre Mérida y Caracas, me fijé en ella una tarde en una tienda de juguetes de un amigo que tenemos en común. En honor a la verdad me cautivó la beldad de su rostro. Después de algún tiempo nos hicimos novios, lo que siempre había deseado, pero nunca imaginado. Lo que me recuerda un refrán que dice “ten cuidado con lo que deseas”.
Si, podría decir que mi Reina de Corazones al principio se mostró tan comprensiva, tanto que me escuchaba hasta los pensamientos. Pero la señorita se impacientaba mucho, se obstinaba rápido, me lo dijo una tarde cuando miró mis zapatos y vio que no combinaba con lo ancho de la bota de mi jeans. Toda una Carolina Herrera la cual me ordenaba que tenía que saber las reglas del buen vestir para estar con ella.
Después de unas semanas le preguntaron”- ¿Se porta bien contigo?”
Ella con dejo de aburrimiento dijo: “-Demasiado bien”
Creo que como dice una canción de un grupo llamado Blondie los chicos buenos nunca ganan, y al final no gané. Un lluvioso día de diciembre fuimos a cenar, me negó un beso, se sentía mal y quería llegar temprano a casa, un fuerte dolor de cabeza le aquejaba. Pero lo que me pareció extraño es que después de haberla dejado en la puerta de su casa, al rato salió de allí tan rampante y feliz como una lombriz para una fiesta. Si el efecto Pinocho existiera su nariz hubiera llegado a
El 31 de diciembre disolvimos lo que para mí fue una dulce ilusión y para ella una obstinación. Pero siempre sucede lo mejor, por lo menos no tengo que estar pendiente si el ancho de mi bota combina con el modelo de mi zapato. Me sentí como Beethoven cuando fue rechazado por Giulietta Guicciardi la cual le dedicó la melancólica sonata Claro de Luna. Algunas tardes de lluvia escucho esa pieza. Reina, su nombre evoca un fragmento de unos de los poemas de Rubén Darío: … En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé… Y le mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe…
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