LO QUE NO PUBLICAMOS:
- No publicamos mensajes violentos, agresivos, difamatorios, obscenos, vulgares, de odio, amenazantes, pornográficos o de algún otro tema que de alguna forma viole las leyes vigentes.
- No publicamos mensajes con incitación o evocación de prácticas ilegales.
"DE LA TIERRA TODA" SE PUBLICA DESDE CARACAS, VENEZUELA.
Contacto: delatierratoda@gmail.com
Twitter: @delatierratoda
Imagen de la cabecera:
http://cbrhackinglab.wordpress.com/2010/04/05/globo-terraqueo-bajo-gnulinux/

Gracias a los que se esfuerzan por leer.

LEE

martes, 25 de enero de 2011

EL ÚLTIMO BARBERO QUE AFEITÓ A BOLÍVAR


Por: GiIberto Parra Zapata
gparraz2@hotmail.com
(Publicado en el diario El Regional del Zulia, el día 23-11-2000)
Durante muchos años, los salones de barbería fueron casi
un templo masculino en los cuales las únicas mujeres que
traspasaban las puertas eran las madres que llevaban a los
niños varones a cortarse el pelo. De resto, ninguna dama
que se respetara se atrevía a pasar al interior. Lo mismo podría
decirse de los salones de belleza o peluquerías, como
también se les llamaba, igualmente verdaderos templos femeninos,
los cuales tenían vedado el paso a los hombres, so
pena de que se empezara a dudar de su virilidad. Todo eso
sucedía no porque pudiera ocurrir algo o escucharse algo indebido
de parte de los miembros del sexo opuesto, varones
o féminas, según el caso, nada de eso, simplemente existía
un código no escrito de exclusividad que sólo por excepción
se rompía. Pero los tiempos cambian y hoy existen los
llamados salones unisex, donde se complace por igual la
coquetería masculina o femenina. El otro código no escrito,
pero que también se respetaba estrictamente, era la atención
al cliente en estricto orden de llegada, no como ahora,
nada de citas por teléfono, que no los había, ni de ponerse
de acuerdo el día anterior como una forma privilegiada de
quebrantar ese orden. Todo eso me lleva a pensar que hasta
las barberías, a diferencia por ejemplo de los consultorios
médicos donde por excepción, dado el estado de salud de
un paciente, podría ser un pretexto para saltarse el orden de
llegada, eran útiles en eso, en educar a los ciudadanos.
Entre el barbero y su cliente se establecía un nexo o vínculo
humano que rebasaba la estricta relación cliente-proveedor
de servicios. Con frecuencia se establecía una relación
amistosa que perduraba en el tiempo e igualmente
hasta se heredaba de padre a hijo. Se notaba en los barberos
un profesionalismo y, en consecuencia, un código de ética
mediante el cual en su recinto de trabajo no se permitía el
chisme o la maledicencia. En otras palabras, lo que se dijera
en ese recinto, que necesariamente debía ser positivo, sólo
se repetiría fuera de él. Esa pudiera ser también la razón por
la cual no se permitía la entrada de mujeres, supuestamente
más proclives al comentario malsano y al chisme.
La Barbería España, situada en el barrio Sarría de Caracas,
más exactamente en la esquina La Libertad de esa barriada,
era uno de esos templos masculinos donde reinaba un barbero
que respetaba estrictamente los códigos no escritos que
ya se mencionaron, quien llevaba siempre una bata impecablemente
blanca, al igual que la que usan los chicheros
y carniceros, con la diferencia de que los chicheros debían
mantener su bata impecablemente blanca, mientras que a
los carniceros se les permitía que su bata tuviera algunas salpicaduras
de sangre si es que de verdad querían parecerse a
un carnicero. En otras palabras, el propietario de la Barbería
España, al igual que la mujer del César, no sólo era barbero
sino que también lo parecía. Por lo tanto, siempre portaba
con orgullo la nívea blancura de unas sábanas para cubrir al
cliente cuando les cortaba el pelo.
Nunca supe el verdadero nombre de ese barbero profesional
en su arte, pues todo el mundo lo llamaba por su apodo
“Magallanes”, dado su fanatismo por esa divisa beisbolera.
“Magallanes” reinaba en solitario en su salón. Su trono
era la silla giratoria y reclinable que caracteriza a todas las
barberías, al igual que enormes espejos y un estante lleno
de los utensilios propios del oficio: afeitadora eléctrica de
cuchillas intercambiables, navajas, tijeras, peines, perfumes,
brochas, crema de afeitar y un pote de talco Menen; una
totuma o pichagua, además de una variedad de fijadores y
tónicos para el cabello, tales como Moroline, Glostora, Brilcream
y Tricófero de Barry; sin obviar las lociones para después
de afeitar como el alcoholado Palmita. En las paredes
laterales de ese salón no quedaba ni un solo espacio vacío
dado que se encontraba repleto tanto de añejas como de
nuevas fotografías alusivas al equipo de béisbol Magallanes,
especialmente de sus íconos criollos Vidal López, Chucho
Ramos, Camaleón García, Ramón Monzant, Zamurito Berbesía,
y los importados Jim Pendleton, Clem Labine, Cuco
Correa, Jonhy Hetchy, entre otros. Fotografías en conjunto
de todos los peloteros que conformaron el equipo en diferentes
épocas, así como banderines con la estrella y la media
luna, símbolos de esa divisa, rematando con un inmenso
cartel que rezaba “Magallanes para todo el mundo”, lema
de batalla de esa emblemática divisa.
Su aparato de radio estaba prendido todo el día, sintonizando
más que todo programas de música criolla, donde se
solían escuchar los cantantes de moda, tales como Lorenzo
Herrera, Alfredo Sadel y Benito Quiroz. Radionovelas
jamás se sintonizaban, ni siquiera el famoso culebrón “El
derecho de nacer” que causaba tanto furor para ese entonces,
pues se suponía que eso era sólo para mujeres, y para
hombres de dudosa virilidad, corroborando lo que ya se
dijo de que en ese recinto no se permitían manifestaciones
feminoides. Los partidos de béisbol no se escuchaban no
porque Magallanes no quisiera, sino por la sencilla razón
de que esos juegos eran nocturnos y dominicales, tiempo
en el cual la barbería no estaba abierta. Sin embargo, cada
día a las cinco en punto por la emisora Radiodifusora Venezuela,
se dejaba escuchar el programa del comentarista
deportivo, furibundo magallanero llamado Temístocles
Meleán, mejor conocido por su apodo “Temis Mele”, autor
de la frase-lema “Magallanes para todo el mundo” que ya
mencionamos, y que en su momento inmortalizó en forma
de guaracha el maestro Billo.
Los niños éramos privilegiados en la barbería de “Magallanes”,
para quienes siempre tenía reservados sus cariñosos
saludos y algún caramelo de menta. A ellos también
tenía reservadas las mejores habilidades de arte barberil, por
ejemplo, corte normal, corte cuadrado y corte totuma, para
lo cual se usaba como molde o guía una tapara o pichagua
en aras de cortar solamente los cabellos que sobresalieran
de ese utensilio. El remate o acabado final del corte de pelo
era el peinado, el cual siempre venía acompañado de algún
fijador para lucir como los galanes de moda o al estilo de
Gardel. A esos niños también les obsequiaba unas gotas de
la colonia Jean Marie Farina, para lo cual depositaba unas
en la palma de su mano derecha para luego untarlas en la
cabeza infantil recién afeitada. “Magallanes” dialogaba con
ellos mientras les cortaba el pelo, inquiriendo acerca de las
cosas que debían interesar a un niño, por ejemplo, sus estudios
y cuál era el equipo beisbolero de su preferencia. A estas
alturas pienso que, siendo como soy un fanático visceral
del Magallanes, en buena parte se lo debo a la pasión que
ese barbero imprimía a su fanatismo magallanero.
La tarifa básica de “Magallanes” por sus servicios comenzando
por un simple corte de pelo era de un bolívar (Bs
1,00), por rasurar la barba otro bolívar. Nada de champú,
que no se conocían, mucho menos lavado del pelo, pues
eso podía ser mal visto, asociado con coqueterías impropias
de varones. Luego del pase de la afilada navaja por el
cuero cabelludo, nada mejor para aliviar la irritación que
unas gotas de alcoholado Palmita. Como servicio adicional,
a opción del cliente, la aplicación de algún buen fijador
como Brylcream costaba otro bolívar. En alguna oportunidad
alguien hizo un comentario que hirió la dignidad profesional
de “Magallanes” acerca de que si debía o no cobrar
por aplicar los fijadores o tónicos capilares, pues según el
criterio del cliente detractor, un bolívar era mucho dinero,
basado en que el costo de un frasco de esos productos era
de ocho bolívares, aproximadamente, pero alcanzaría para
unas treinta aplicaciones, según el cálculo de su detractor.
Ante esa crítica, “Magallanes” tuvo una reacción tan airada
que a todo el que quisiera escucharlo le soltaba un grueso
epíteto que sin embargo la gente oía con reverencial respeto.
A estas alturas de mi vida pienso que “Magallanes” tenía razón
y que, en definitiva, no hacía sino afirmar de esa manera
su ética y su profesionalismo.
Más temprano que tarde “Magallanes” empezó a sentir
la competencia por parte de los barberos sicilianos que comenzaron
a llegar al país y a establecerse en el barrio Sarría,
más refinados y de mejor escuela que él, por la experiencia
adquirida en su país de origen. Muchos de ellos entrenados
para servir al turismo, servicios que algunos comenzaron a
considerar algo así como de lujo. En la mayoría de los casos
se trataba de salones donde trabajaban dos o tres barberos,
lo que los hacía, obviamente, más competitivos. Esos barberos
comenzaron a cobrar dos bolívares, a veces tres por sus
servicios básicos. Una sentada que podía incluir, además,
masajes en el cuero cabelludo, técnica que “Magallanes” no
dominaba, más una rasurada acompañada de la aplicación
de productos cosméticos no conocidos hasta ese entonces
en el país, podían salir por un monto de hasta diez bolívares.
“Magallanes” tardó unos meses o tal vez un año en reaccionar,
no obstante que, para su pesar, sentía la migración
de sus habituales clientes hacia sus competidores. Cuando
estos subieron su tarifa hasta un monto de tres o cuatro bolívares
por un simple corte de pelo, “Magallanes” reaccionó
anunciando a su consecuente clientela que a partir del mes
de enero siguiente de un año que no recuerdo, su tarifa tendría
un incremento hasta un monto de dos bolívares.
Usted y yo estimado lector deberíamos estar de acuerdo en
que “Magallanes” fue en verdad el último hombre que afeitó
a bolívar.
NOTA: Fragmento tomado del libro "Sarría en el corazón" con el cual su autor ganó el
Concurso Historias de Barrio Adentro
FUENTE DE LA IMAGEN: http://cosasyobjetosantiguos.blogspot.com/2010/11/utensilios-de-barberia-del-siglo-xix.html

No hay comentarios: