Por: Tomasa Lira Marchán
Profesora de Educación Ambiental UPEL-IPC
Miembro Fundador de
Caracas 01-04-10
CONTACTO: tomasalira@hotmail.com
Admiro las montañas, especialmente a nuestro Guarairarepano o el Ávila, como le conozco desde que tengo uso de razón, por parecerme imponente con sus tonos entre verdes y grises, según la hora y lugar desde donde se perciba, así como por los misterios que pareciera guardar en su aparente armonía.
Había estado allí, en diferentes oportunidades y circunstancias pero un sábado en que cumplía con uno de los acostumbrados trabajos de campo al Camino de los Españoles, a objeto de promover el valor biológico, histórico, social y cultural del Parque Nacional entre los cursantes de Educación Ambiental nos detuvimos en las estaciones seleccionadas para el recorrido: el Monumento a Bolívar y Martí, con su vista parcial de Caracas enclavada en un valle aluvional; el Puesto de Guardaparques, para cumplir con la entrega de la lista de visitantes; el Sector Las Canoas por sus interacciones entre los seres vivos y el mito de un espanto que ronda el lugar; Los Dos caminos, con las diferencias entre el Camino Civil y el Camino Militar; el Fortín San Joaquín de
Luego debíamos internarnos entre el bosque por un estrecho camino que nos conduciría al vestigio del camino empedrado y cumplir con una actividad vivencial como el transporte de carga humana, para experimentar a pies descalzos, lo que tantas veces habrían sentido nuestros antepasados al transitar el único camino de entonces durante más de tres siglos de historia. Aquel día, antes de continuar con la actividad prevista, sentí una inmensa necesidad de honrar a los tantos seres que sufrieron la dominación y esclavitud al dejar su sangre o hasta su propia vida en aquel lugar de paz infinita, sólo interrumpida por la intervención humana que con sus rústicos a alta velocidad y acondicionados ruidos se desplazan sin tener conocimiento del patrimonio histórico cultural que representa el lugar.
Desde entonces, al llegar a este sitio, guardamos un minuto de silencio para la reflexión u oración por los seres que desde allí partieron. Luego, continuamos nuestro ascenso a través de una pica hasta llegar al Fortín del Medio y culminar en Castillo Negro, ambos de importancia estratégica militar cuya privilegiada ubicación permitía apreciar una panorámica sobre el Litoral Central en caso que desembarcara alguna flota pirata invasora.
Ya en esta fila de montaña, observamos la vertiente Norte y su línea de costa con el mar confundido con el cielo y la vertiente Sur con el crecimiento anarquizado de la ciudad capital. Finalmente, antes de descender se compartiría el refrigerio y los comentarios, escucharíamos los sonidos de la naturaleza y descenderíamos sintiéndonos cargados de energía.
FUENTE DE LA FOTO: http://el-nacional.com
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