Cuadro de Francisco Fernández Rodríguez
Barranco-Sarría
1947 | óleo sobre tela | 59 x 80 cms.
Cuadro de Francisco Fernández Rodríguez
1947 | óleo sobre tela | 59 x 80 cms.
Por: GILBERTO PARRA ZAPATA
/Gracias a la generosidad de su autor continuamos publicando los capítulos del libro
"SARRÍA EN EL CORAZÓN", ganador del Premio "HISTORIAS DE BARRIO ADENTRO"
publicado por
los años 40 y 50)
Personaje popular de Sarría
Siempre he sido de la creencia que los grandes hechos
que registra la historia, al menos la convencional, los ejecutan
personajes anónimos. Las grandes obras, por tanto,
son excepcionales y como tal, las ejecutan personajes excepcionales.
Esto viene a colación porque en los años 40 y
50 vivieron y actuaron en el muy caraqueño sector Sarría
de la capital de la República, incluyendo sus barrios aledaños
tales como El Cortijo, Guaicaipuro, Maripérez, Tiro al
Blanco, etc., algunos personajes que seguramente le dieron
ese colorido tan especial que en sus años de gloria tuvo esa
barriada, hoy día tan venida a menos por ser el epicentro o
lamentable referencia de toda la delincuencia caraqueña,
con su lamentable secuela de delitos atroces como atracos,
asesinatos, violaciones y el infamante tráfico de drogas.
Resulta que ahora, en la acelerada transformación que
están sufriendo las ciencias sociales, ha venido tomando
importancia la oralidad, o sea, esa historia menuda, aparentemente
intrascendente, donde puede estar presente lo
real y lo ficticio, que siempre pasaba desapercibida pero
que hoy día es objeto de atención entre los historiadores,
por supuesto, con la condición previa que se le dote de
toda la rigurosidad científica que siempre tuvieron los estudios
históricos, para que se categorice genéricamente con
la denominación historia regional y local. Por lo tanto, lo
que hasta hace poco tiempo pudo haberse considerado un
género menor dentro de los estudios históricos, ahora se le
da la dimensión que requiere y se le reconoce como fuente
importante de la historia convencional.
En función de todo ello, en la descripción de algunos de
esos personajes anónimos y humildes que a continuación
asumimos, y los cuales serán objeto de un detenido análisis
sin perjuicio de ningún tipo al incluirse en esta crónica
liminar, para separarlos de otros personajes y situaciones
que abordaremos en esta obra los denominaremos “Personajes
populares de Sarría” , precisamente porque creemos
firmemente que de esa manera enriquecemos el objetivo
de todo el libro.
Carmen “la Loca”
Tal como su apodo lo sugiere, se trataba de una mujer
que evidentemente sufría de una aguda enfermedad mental.
Esta señora, de tez muy blanca, con la palidez de casi una
albina, de ojos azules y cabellera lacia, pertenecía a una
honorable familia del sector, de hecho era hermana de una
conocida enfermera a quien todos apreciaban por su vocación
de servicio y su adhesión a la cofradía que constituía
la Sociedad Jesús, María y José, a la cabeza de la cual se
encontraba Dolores Rengifo de Ramírez, “la Iluminada de
Sarría”, descrita ampliamente en otra crónica en este libro.
El personaje que nos ocupa, como es de suponer, se trata de
una humilde mujer que habitaba una vivienda improvisada
en una quebrada del sector, y por alguna razón tal vez comprensible,
fue abandonada por sus familiares.
Valga la acotación para decir que en aquellos años, el
imaginario de la gente mencionaba que durante la dictadura
de Juan Vicente Gómez se corría la peregrina conseja de que
como el viejo dictador sufría de una penosa enfermedad, tal
vez lepra, los esbirros de ese régimen secuestraban niños que
mataban para utilizar su sangre en transfusiones que salvarían
la vida del dictador. Luego, muchos habitantes del barrio
afirmaban con el énfasis de quien dice una gran verdad que
la demencia de Carmen se debía a que un hijo de ella fue
asesinado con ese macabro fin. Tantos años después mueve
Sarria en el Corazón
a risa semejante conseja, cuya única explicación es el repudio
que en esos años todavía se sentía por la memoria del
dictador, para entonces recién fallecido.
Carmen “la Loca”, en general, gozaba de la simpatía de
la gente, pues a pesar de su condición, en el fondo se trataba
de un personaje muy servicial, entre otras cosas porque a un
precio muy módico cargaba el agua desde la pila pública
hasta la vivienda de quien le solicitara sus servicios. Otra
conseja que hacía destornillar de risa a la gente era que en
alguna oportunidad sus familiares intentaron recluirla en
un sanatorio para enfermos mentales, un manicomio pues,
pero Carmen, al enterarse de esa intención, se armó de medio
ladrillo que en forma estratégica escondió en su cartera,
procediendo a encasquetárselo por la cabeza al primer enfermero
que pretendió llevársela, disuadiendo de esa manera
tan contundente cualquier pretensión futura de alguien
que intentara ese despropósito. El hecho es que Carmen,
durante muchísimos años, estuvo paseando su magra figura
por las calles del barrio con una lata de agua en la cabeza,
soportando las burlas y las mofas de los muchachos, quienes
le gritábamos a viva voz la siguiente cuarteta, a la que respondía
Carmen furiosamente tirándoles piedras a los autores
de esa broma tan pesada:
Carmen “la Loca”
puso una torta
de mierda seca
para su boca
A estas alturas, los habitantes del barrio extrañamos su
presencia, pero salvo los familiares más cercanos, nadie supo
nunca porqué un buen día desapareció de escena. Cabe suponer
que murió en algún hospital de beneficencia
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