POR: TSU JULIO EDGAR MORILLO
julioemorillo@hotmail.com Santa Ana de Coro, Falcón
La tarde bostezaba, ráfagas de sol se veían en la lontananza. Desde la ventana de mi cuarto comenzaba a prepararme para mi jornada de trabajo. En un pequeño radio escuchaba la promoción del programa, se mencionaba el nombre del locutor y el mío. Era domingo, y mientras muchos regresaban a casa, tras disfrutar un día de descanso, yo salía a trabajar a complacer a la gente con la música de los Bee Gees, Paul Anka, Ivo, Charles Aznavour y Gian Franco Pagliaro. Sentimiento en Concierto, así se llamaba el espacio donde era el operador de audio.
Esa noche tuvimos una gran audiencia, mi compañero de trabajo y yo estábamos felices por las llamadas y el elogio de la gente. Una hora antes de terminar el programa, recibí una, eran amigos de estudio y compañeros del barrio que estaban también contentos por la música, irían por mí una vez que terminara mi guardia. Esa noche, poblada de estrellas menosprecie la cola que como todos los domingos me daba el locutor.
Llegado el momento me retirè de la estación, mis amigos aguardaban en la calle para ir a celebrar el éxito del día. Èramos cuatro, me senté en el asiento delantero, y decidimos ir hasta una licorería cercana a comprar una botella, la plata sólo alcanzó para llevarnos una de anís.
Por momentos discutimos donde nos tomaríamos la botella, hasta que decimos hacerlo en un sitio muy apartado. Llegar allá, nos obligaba a transitar por una carretera perimetral muy peligrosa. Recuerdo que los compañeros ,evocaban la cantidad de cervezas que habían ingerido y se vanagloriaban de no estar ebrios. Destapè la botella y le repartí un palito a cada uno.
Comencé a impacientarme cuando vi al chofer pestañear constantemente y acelerar cada vez más el vehículo. Ante mi reclamo de bajar la velocidad, uno de los compañeros de barrio lo arengaba a que se atreviera a pasar a otros carros que iban delante, gritándole..¡DALE..DALE!..
Para calmarlos un poco decidí repartir otro trago a cada uno y hacerlos cambiar de idea. Pero al momento de bajar la cabeza para destapar la botella , el chofer perdió el control del vehículo. Por segundos sentí que todo daba vuelta, escuchè carros frenar y el chillido del metal sobre el pavimento.
Después vino una calma, cuando abrí los ojos por completo, me toquè la cara, aún no sentía dolor, pero mi franela, verde por cierto, estaba toda destrozada en las mangas, vi mis manos ensangrentadas con incrustaciones de vidrio, toquè luego mis piernas y tenia roto el pantalón a nivel de la rodilla derecha con un ligero raspón, y allí comencé a sentir un dolor profundo en mi hombro derecho donde tenia una gran escoriación.
Recuerdo que la botella que cerraba al momento de ocurrir el accidente había quedado en el centro de la carretera, como si alguien la hubiese puesto allí, incluso con el vaso plástico que nos habían dado en la licorería.
Ninguno se atrevía a llamar a su familia, en mi caso para no alarmar a mi madre, hoy difunta. Nos obligaron a ingresar a una patrulla y fuimos llevados al hospital donde nos interrogaron y nos curaron a regañadientes, ya que las enfermeras decían que estábamos bebiendo. Eran las 11 y 45 de la noche, cuando se aparecieron en el hospital la familia de mi compañero de estudio, era su hermana estaba furiosa, el carro era de su propiedad, recuerdo que su rabia la ensañó con nosotros, por estar tomando con su hermano. Esa misma noche, recibimos un citación para el día siguiente ante las autoridades del transito.
Después de aquella andanada de insultos, regaños y burlas de parte de los policías, nos dejaron ir a nuestros hogares. Recuerdo que nos fuimos a pie, el hospital quedaba algo cerca de nuestras casas. Aun recuerdo la cara de asombro de mi madre, y la de mi hermana al verme llegar así.
Mi vieja, tenía toda la razón y nunca le cuestioné su palabrerío. Nunca jamás me reuní con éstos compañeros.
Hoy en día, aun quedan secuelas de aquella noche aciaga, en mi hombro derecho, unas escoriaciones dejaron una cicatriz y me acompaña un miedo a la velocidad. Hoy cada vez que paso por aquel sitio, recuerdo la canción de los Bee Gees, Don’t Forget rememember me…NO OLVIDES RECORDARME, y es que Nunca Olvidarè, esta historia que ocurrió hace 25 años.
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