
Erguido, fente al viento, majestuoso,
firme el timòn entre sus fuertes dedos
sobre ese mar que ruge -tempestuoso-
ebrio de sal, relàmpagos y truenos.
Crujen los màstiles, se desgarran las velas,
las negras nubes se agitan en el cielo
y abajo el barco, luchando por no hundirse.
-En el inmenso mar sòlo un madero-.
Las estrellas no brillan: asustadas
tras de sì han ocultado a los luceros
y los peces se han ido hasta el fondo
esperando a que calme el mar fiero.
Muy tensa, contraida, sin embargo,
sin temor està la faz del marinero.
Han arriado las velas esperando
para izarlas que al fìn amaine el viento.
Mil tormentas han dejado sus huellas
en la tez recia del gitano de puertos,
otras mil aùn verà antes que emprenda
el eterno crucero del silencio.
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