Mi mamá era una persona muy “chusca”, es decir, a todo le buscaba y encontraba el lado gracioso. También solía contar chistes viejos, oidos a sus tíos cuando niña (Había nacido en 1917, así que los mismos eran REALMENTE viejos).
Recuerdo en particular un cuento breve de una anciana que vivía sola con su nieta. Afirmando estar muy enferma, la abuela pasaba los días en cama y la nieta hacía sola todos los oficios de la casa.
En aquella época todas las iglesias tenían campanario y las campanas eran tocadas de forma distinta dependiendo aquello para lo cual convocaran: Misa, Misa de Difunto, Fiesta o “Fandango”, etc.
Estando la abuela en cama oye el tañer de las campanas y pregunta:
-¿A qué llaman las campanas, mija?
-A Misa, abuela.
-¡Ah, malhaya, quién pudiera ir! ¡Pero me siento tan mal!
Al día siguiente se oye de nuevo el tañer de campanas, y esta vez...
-¡A qué llaman las campanas, mija?
-¡A fandango, abuela!
-¡Búscame las chancleticas, mija!
Chancletas: pantuflas, cholas.
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