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miércoles, 15 de septiembre de 2010

DIMAS Y LAS PATAS DEL POLLO


Por: Mélido Estaba Rojas.

melidoestaba@gmail.com

Cuando el mundo estaba comenzando, Margarita era un paraíso sin ferrys, pocos “navegaos” y cero cárceles porque no había a quien encerrar. Para llegar a tierra firme había que embarcarse en lanchas perezosas con nombres aristocráticos como “La María Eugenia” o “La Alicia López”, que tardaban dos días para recalar a Juangriego desde Puerto La Cruz. Los olores fecundos de la mar caminaban por esos montes de Dios mientras el amor y los malos momentos se retrataban en polos y galerones, que se multiplicaban triunfadores en voces y parrandas amanecedoras.

De lunes a sábado comíamos arepa y pescado, y los domingo –generalmente- se mataba un pollo del patio para variar el menú. A los muchachos nos gustaba mucho el muslo, al que llamábamos “patica”. Dimas Mata, un hombre de salidas admirables, tenía su casa pared por medio de la de Jesús “chucho” Cabrera, el bodeguero del poblado. Había procreado con Rosario –su mujer- quince muchachos y vivía feliz bajo su condición de zambullidor de langostas. Aquel domingo, en apego a la costumbre, mataron al pobre pollo de turno en la lista, para hacer un sancocho fuerte de agua y escaso de vituallas, y así satisfacer el apetito de la minitropa. Al momento de servir aquella delicia, la ringlera de muchachos comenzó a pedir a galillo suelto:

-Mamaita, dame una patica…una patica pa´ mí…

Ante la comprometedora situación, Rosario no sabía qué hacer, pero Dimas en un alarde de ocurrencia, se paró en medio de la casa para adueñarse del momento y gritó enérgico:

“ Cállense la boca, hijos der diablo, que dirán casa de Chucho Cabrera que aquí lo que matamos hoy fue un ciempiés”.

Foto de "Muslo de pollo" tomada de

http://www.petitchef.es/recetas/pollo-loco-a-la-pina-anana-fid-491122


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