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lunes, 22 de noviembre de 2010

EL GRUPO ESCOLAR "JOSÉ MARTÍ" (PARTE I)

FOTO: http://seunpoeta.blogspot.com/2009/04/canto-de-otono-poesia-de-jose-marti.html

Por: GILBERTO PARRA ZAPATA

gparraz2@hotmail.com

(Fragmento de "SARRÍA EN EL CORAZÓN" libro ganador del premio “HISTORIAS DE BARRIO ADENTRO” publicado en el año 2009

por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la Fundación Editorial El perro y la Rana, Sistema Nacional de Imprentas, Red Nacional de Escritores de Venezuela.

Bien vale la pena situarse en la década de los años 40, cuando

Venezuela se encontraba en la prehistoria educativa, recién

salida del gomecismo, con un porcentaje de analfabetismo superior

al 80%. Para ese momento, las escuelas eran, con honrosas

excepciones, un nostálgico resabio del escolasticismo decimonónico.

Viejas casonas, en el mejor de los casos, constituían

los mejores centros educativos. Los más eran destartalados

galpones, o en su defecto la figura del maestro empírico que

improvisaba en su casa centros de enseñanza de las llamadas

primeras letras y la aritmética elemental de las cuatro reglas, a

un costo de un bolívar (Bs 1,oo) semanal, donde además los niños

tenían que acarrear diariamente sus respectivas sillitas para

poder atender sentados las elementales lecciones.

Al sobrevenir los acontecimientos políticos del 18 de octubre

de 1945, y detrás de ello un renacer de esperanzas en

el país ante la milagrosa desaparición, en apenas 24 horas, de

las instituciones del régimen gomecista, mediante un relampagueante

golpe de Estado, era muy natural que se produjeran

notorios cambios políticos en la sociedad. En ese contexto

histórico, el barrio El Cortijo de Sarría, situado al noreste de

Caracas, al pie del cerro El Ávila, también vivió su propio 18

de octubre. Los vecinos aprovecharon el vacío de poder para

saquear las mansiones de los generalotes gamonales Julio

Sarría, Samuel Mc. Gil y Roberto Ramírez, terratenientes de

uña en el rabo, quienes detentaban el poder político y la propiedad

de las tierras de la para entonces incipiente barriada.

El gobierno que sobrevino de esa circunstancia política

expropió un inmenso lote de terreno situado en todo el centro

del barrio, con una extensión de algo así como 50.000

metros cuadrados, cinco hectáreas, propiedad del general

Samuel Mc. Gil, quien lo mantenía ocioso para engordarlo.

Sobre ese lote de terreno la Junta de Gobierno emergida de

ese golpe de Estado erigió la primera edificación educativa

de verdad que existió en esa pobretona barriada. Esa magnífica

edificación escolar constituyó, a partir de entonces,

el mayor catalizador social que jamás haya sacudido al barrio

El Cortijo de Sarría. No fue solamente que la estructura

física fuese de primera calidad, que cumpliera con las más

exigentes normas para la función docente, era también que

se estaba produciendo una revolución educativa, pues se

trataba de un cambio conceptual en lo que se refiere a asumir

la educación como hecho social.

Además de la bellísima profusión de concreto, pisos de

armónicos mosaicos, aulas diseñadas especialmente para

impartir educación preescolar y educación primaria, amplísimos

espacios abiertos para la recreación de los educandos,

cubiertos con un césped esmeradamente cuidado y con

árboles de generosa sombra, demás elementos que comulgaban

gratamente con la naturaleza circundante; la escuela

estaba dotada de un auditorio para unos 500 espectadores

en el cual destacaba un juego de cortinas corredizas como

cualquier teatro moderno. También un local para la biblioteca,

otro local para el comedor escolar, un gimnasio con piso

de madera, duchas, vestuarios y demás comodidades; salas

para consultorios médicos y odontológicos al servicio de la

higiene escolar, locales para cantina o cooperativa escolar,

talleres para manualidades y funcionales oficinas administrativas,

todo eso que, a una distancia de más de 50 años,

haría palidecer de envidia a cualquier institución educativa,

pública o privada, del presente siglo XXI...

Afirmamos que se trató de una verdadera revolución

educativa, y con ello no exageramos, no sólo en el orden

material que ya describimos, sino que, tantos años después,

uno entiende que se trataba de un cambio total del paradigma

educativo entonces existente. Hoy día entendemos

que detrás de esos cambios estaban las mentes preclaras del

entonces presidente de la República Rómulo Gallegos y del

ministro de Educación Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre

otros; maestros de profunda vocación renovadora que introdujeron

conceptos revolucionarios como la coeducación y

la enseñanza integral, entendido como un proceso continuo

dentro y fuera del aula, donde, a diferencia del pasado, se

atendía también la salud, la recreación y la cultura. Igualmente,

la educación preescolar, la educación para adultos

y el servicio de orientación para alumnos excepcionales.

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