POR: Sandra Santaella
Estudiaba primaria en aquella pintoresca casa colonial de fachada azul índigo y grandes ventanales anaranjados, por los lados de San José en la ciudad de Caracas.
La señorita - como le decíamos a la maestra-, asignaba dibujos que mi padre muy entusiasmado me ayudaba a realizar; en una oportunidad nos tocò plasmar el rostro de Simón Bolívar, dibujo que realizamos con mucho esmero y aunque no me agradara como quedaron las exageradas patillas del Libertador fuè aprobado con buena calificación; sin embargo en otra asignación la señorita pide que pintemos un Araguaney y al revisar mi caja de colores, el amarillo estaba muy gastado lo que me obligó a mezclarlo con el color verde quedando mi árbol más verde que amarillo. Como resultado de esta mezcla improvisada, la maestra reprobó mi árbol argumentando que el Araguaney debió ser de color amarillo; mi padre siempre atento a mis dibujos , en actitud de defensa y molesto por la evaluación, redacta una nota a la señorita que decía lo siguiente: “ Estimada maestra , le informo que el árbol que hizo mi hija no está mal coloreado ,solo que no estamos en la época en que florecen los araguaneyes , el árbol aún no ha florecido ”……….después de tantos años aún recuerdo con mucha gracia la anecdótica reacción de mi padre en defensa de mi tarea .
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