Por: Gilberto Parra Zapata
gparraz2@hotmail.com
Existen residencias o mansiones con un cierto aire de
misterio, con un aire de lapidario silencio que encienden
la imaginación de la gente, pues muy pocas veces se les ve
sus puertas abiertas o gente entrando o saliendo de ellas.
Por lo general son propiedad de gente pudiente que parece
enclaustrarse dentro de sus cuatro paredes y detrás de sus
espesos muros.
Por lo general, también están alejadas de
las calles para que los transeúntes las perciban como fuera
de su alcance y de esa manera aumentar su curiosidad.
Otro factor contribuyente son las películas de Hollywood, muy al
estilo de Alfred Hitchcock o de Boris Karloff, en las cuales
las tramas de esos filmes suceden en tenebrosas mansiones,
con desenlaces violentos, con horripilantes crímenes, con
escenas de monstruos y fantasmas espantando a sus desprevenidos
huéspedes.
Cabe entonces preguntarse, ¿están conscientes los dueños
de esas residencias de todo eso que acabamos de transcribir?
No estoy en condiciones de contestar esa pregunta,
sencillamente porque entre otras cosas, jamás he tenido la
oportunidad de comunicarme con esa gente, porque siendo
un niño para aquella lejana época, más bien pertenecí y aún
sigo perteneciendo a la multitud de curiosos que de alguna
manera contribuyen a reforzar sus leyendas.
En el barrio Sarría de Caracas, donde transcurrió mi infancia,
mi adolescencia y mi primera juventud, existían o
existen cinco mansiones: una propiedad del general Mc.
Gil, otra de Roberto Ramírez, otra de una dama solterona,
hermana del ex presidente Isaías Medina Angarita, la cuarta
del general Julio Sarría, y la quinta no recuerdo a quién, pero
ya de adulto supe que perteneció al Sr. Ladislao Blatnik, de
origen búlgaro nacionalizado venezolano, industrial del calzado
y contumaz playboy, amante de Natalie Wood, famosa
actriz de Hollywood; haciendo un supremo esfuerzo de memoria
al tratar de describirlas tal y como mi visión de niño o
adolescente las percibía, en función de las leyendas que los
habitantes de ese barrio les habían construido.
En primer lugar nos ocuparemos de la mansión propiedad
del general Samuel Mc. Gil, o Magil, como solían llamarlo
los habitantes del sector, de origen chileno, un personaje a
quien se le atribuyó la responsabilidad en la creación del
Ejército regular de la República bajo el gobierno de Cipriano
Castro. Desde siempre fue una imponente mansión de color
blanco, con una estructura arquitectónica que recuerda
vagamente la Casa Blanca en Washington, es decir, con una
profusión de capiteles dóricos y rodeada de hermosos y bien
cuidados jardines. Esa casa estaba alejada por lo menos cien
metros de la vía pública, desde donde se accedía por una
vereda ancha, bordeada de árboles. Con la definitiva liquidación
del gomecismo, el 18 de octubre de 1945, siendo
el personaje un connotado capitoste del régimen derrocado,
hubo un intento de saquearla por parte de la gente, pero al
parecer esto no se produjo, y a estas alturas uno se pregunta
si ello se debió precisamente al aire de misterio que rodeaba
al inmueble.
El general Julio Sarría, oficial de chopo de piedra de las
guerras federales que azotaron el siglo XIX venezolano, fue
compensado por sus servicios prestados a esa causa en su
apetito terrófago de la misma manera como solía hacerse con
esos militares gamonales, es decir, con tierras, de allí que la
gran extensión de terrenos de lo que con el tiempo constituyó
el barrio epónimo, comenzó a llamarse así a partir de entonces
y por largos años como el Estado Sarría. Su mansión era
más modesta que la de su vecino y colega, el general Samuel
Mc. Gil, pero ambas tenían en común su aislamiento dentro
de una gran extensión de terreno, también alejada más o menos
cien metros de la vía pública.
Roberto Ramírez también era un general con ese primitivismo
impresionante, común en los dos personajes mencionados
anteriormente, y por supuesto compartía con ellos
su afán terrófago, condición que adquiriría al igual que sus
colegas, con dudosos títulos. La residencia del general Ramírez,
o quinta Ramírez, como también se le conocía, no
reunía ni remotamente las características lujosas de las mansiones
de Mc. Gil y de Sarría, y además se encontraba a
la orilla de la vía pública, sin embargo, no por ello dejaba
de tener el mismo aire de misterio de las dos anteriormente
mencionadas.
La mansión de la señora o señorita Medina, aunque un
poco alejada de las tres mencionadas anteriormente, estaba
ubicada, sin embargo, dentro del mismo barrio Sarría,
y aunque no me atrevo a asegurarlo, su título de propiedad
era diferente al de los generales de marras, y hasta donde yo
sé, esa dama no tenía pretensiones ni hacía alardes latifundistas.
Su mansión era inmensa en extensión y aislada de la
vía pública por espesos muros. Sin embargo, en determinados
lugares, el transeúnte podía visualizar una gran cantidad
de animales que usualmente no suelen ser domésticos tales
como venados, chigüires, lapas, aves exóticas y quién sabe
si también tigres y cunaguaros, un verdadero jardín zoológico.
¿Cuál era la procedencia de esos animales? ¿quién cuidaba
de ellos? Nunca llegué a saberlo.
La otra mansión misteriosa, la llamada Quinta Montoña,
estaba más al alcance del transeúnte, en plena vía principal
de la urbanización Guaicaipuro, de características si se quiere
más modestas que las anteriores, pero también rodeada de
árboles y de soledad por parte de sus presuntos habitantes. Se
dice que en el interior de esa mansión o en sus alrededores,
el día 18 de octubre de 1945 hubo una escaramuza armada,
conseja nunca confirmada. Como se mencionó al principio
de esta crónica, con el tiempo perteneció a un acaudalado
industrial, socio de la firma fabricante de los calzados
William Shoes y donde se dice llegó a pernoctar en la luna
de miel de ambos, la famosa actriz de Hollywood, también
antes mencionada.
El gobierno adeco resultante de los sucesos del 18 de octubre
de 1945 expropió los terrenos pertenecientes al trío
Mc Gil-Sarría-Ramírez, quienes al verse acorralados pusieron
pies en polvorosa, siendo aventados al exilio y en los
terrenos adyacentes a sus respectivas mansiones se construyeron
la urbanización Pedro Camejo y el Grupo Escolar José
Martí, entre otras obras. Respecto a la propiedad de la señora
o señorita Medina, tengo entendido que no sufrió represalias
del nuevo gobierno, a pesar del estrecho parentesco con
el presidente derrocado. Años después su residencia perdió
su aislamiento al abrirse una servidumbre de paso para los
habitantes del sector y hoy es una vía pública denominada
callejón Medina, aunque como lo pude corroborar recientemente,
todavía conserva vagamente su antiguo esplendor.
El tiempo inexorable siguió su curso. Todos los personajes
propietarios de esas mansiones ya fallecieron. Sus descendientes
posiblemente todavía detenten la propiedad pero
la leyenda para los ya pocos viejos residentes de Sarría tal
vez se mantenga intacta. Las leyendas que dieron lugar en su
momento a tantas especulaciones fantasmagóricas dejaron
huellas indelebles en la mente de quienes tuvimos la oportunidad
de conocerlas. A la saga de las más calenturienta
imaginación popular, aunque no crea en brujería, le sería
dable exclamar ¡De que vuelan, vuelan!
FRAGMENTO TOMADO DEL LIBRO "Sarría en el corazón"(Memorias de un sarrieño de los años 40 y 50) Ganador del Concurso "Historias de Barrio Adentro" y publicado por Fundación Editorial El Perro y La Rana, Red Nacional de Escritores de Venezuela,Imprenta de Anzoátegui 2009
©Gilberto Parra Zapata
IMAGEN: IGLESIA DE LOS SALESIANOS-SARRIA-CARACAS VENEZUELA
http://caracas.conoce.com.ve/panoramio/10963
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